21 de octubre de 2015

Marruecos - Día 3: Lo que no te puedes perder de Marrakech

El tercer día en Marruecos nos esperaba un día intenso en Marrakech. Teníamos previsto ver las atracciones más importantes de la ciudad ya que al día siguiente al mediodía teníamos el vuelo de vuelta a Madrid y queríamos aprovechar las horas al máximo, no nos queríamos dejar nada en el tintero.



Cargamos pilas con el desayuno del Riad Bonheur y pusimos rumbo hacia nuestra primera parada del día, el Palais de la Bahia. Es una construcción del siglo XIX con jardines, patios y unas 150 habitaciones decoradas al detalle pero que tras la muerte del gran visir Sidi Moussa, fue saqueado. Por lo tanto, las habitaciones están vacías, pero la visita vale la pena para conocer la arquitectura marroquí que sus paredes, puertas y techos muestran; nosotros inconscientemente nos quedábamos varios minutos mirando al techo con la boca abierta. El palacio en total tiene 8 hectáreas, aunque no todo es visitable ya que hay una zona privada, sino hubiésemos pasado toda la mañana allí. 

Palais de la Bahia - Marrakech
  
Continuamos la visita en otro palacio, el Palais el-Badi. La entrada nos costó lo mismo que en el Palacio de la Bahía, 10 dirhams por persona. Badi es un palacio que fue construido por el sultán Said Ahmed el-Mansour Saadi para celebrar la victoria sobre las tropas portuguesas en 1578. Hoy en día, es una explanada enorme que está en ruinas y solo podíamos pasear e imaginarnos cómo habría sido el Palacio Badi hace siglos. Subimos acalorados por el sol a su torre desde donde se podía apreciar la extensión del palacio y unas magníficas vistas de los tejados de la ciudad de Marrakech.

Palais el Badi - Marrakech

La siguiente parada nos resultaba un poco extraña, visitar unas tumbas no nos apasionaba pero después, tenemos que decir que lograron llamar nuestra atención. Las Tumbas Saadies es el lugar donde están enterrados los familiares de la dinastía Saadi, sus sirvientes y guerreros. Lo curioso de este lugar es que no fue descubierto hasta 1917 (llevan ahí desde los tiempos del sultán Ahmad-al-Mansur entre 1578-1603). Según entramos nos encontramos con un jardín repleto de tumbas con una decoración entre columnas y mosaicos de azulejos de colores que creaba un entorno singular, sin duda una buena muestra del arte andalusí.

Tumbas Saadies - Marrakech

El sol pegaba fuerte aquel día, y yo no aguantaba más con los vaqueros apretados así que nos dirigimos hacia el zoco a buscar algún “chollo” para que estuviese más fresquita. Tras visitar varias tiendas y un poco de regateo, conseguí encontrar unos pantalones finitos y sueltos que me dieron la vida durante la mitad del día que nos quedaba.

Ya era hora de comer, aunque con el calor que hacía teníamos más bien poco apetito, así que nos dejamos caer en el primer puesto con el que nos cruzamos y disfrutamos de un plato de cuscús y un tagine de pollo riquísimo para los dos (bueno, y con la compañía de un gato que buscaba cariño…).

Cuscús de verdura y pollo - Marrakech

Con la energía renovada decidimos pasar las siguientes horas sentados en una calesa. Nos dirigimos a la plaza Jamaa el Fna y tratamos de llegar a un acuerdo para hacer un paseo en calesa por el barrio nuevo, El Palmeral y el Jardín de Majorelle. Después de diez minutos conseguimos que nos llevasen a los tres sitios por 150 dírhams cada uno (más o menos el precio que nos habían recomendado, tras 10 minutos regateando ya queríamos cerrar el “trato” y no perder más tiempo).

Volvimos a salir fuera de la medina de Marrakech y conocimos calles que no habíamos pisado aún. En una mezcla entre inglés-francés-español intentábamos hablar con el hombre que nos llevaba para que nos explicase un poco lo que íbamos viendo. Nos contó que en ese barrio vivía gente adinerada y no hacía falta que nos lo dijese para saberlo, había mansiones enormes con unas entradas impresionantes a las casas, nos pareció un contraste total con la otra parte (la medina) que ya conocíamos de la ciudad.

Calesa - Marrakech

Llegamos al famoso Palmeral, y sí era lo que nos esperábamos, una extensión interminable de tierra y palmeras salida como de la nada. De antemano teníamos claro que no íbamos a montar en camello allí, así que hicimos una parada de unos diez minutos dejando que nuestro conductor comiese un aperitivo, sacamos las fotos de rigor y de nuevo tomamos rumbo a una de las paradas que más deseaba hacer con la calesa.

El Palmeral - Marrakech

El Jardín de Majorelle, es el jardín botánico famoso creado por Jacques Majorelle en 1924. Tras su fallecimiento, el jardín fue abandonado hasta que revivió gracias a Yves Saint Laurent y Pierre Bergé, los nuevos propietarios que además, crearon lo que hoy en día es el museo bereber. Cuando entramos al jardín solo veíamos verde y azul intenso (el típico azul de las macetas para ahuyentar a los insectos), donde se concentraba una vegetación espectacular: bambú, cactus,... y cientos de especies más. Fue una pena que solo tuviésemos media hora para verlo, nos estaba esperando el conductor de la calesa, había bastante cola y no nos dio tiempo ni a ver el museo (una espinita clavada que nos trajimos).

El Jardin de Majorelle - Marrakech

Eran las 17.30h de la tarde y ya habíamos visto todo lo que teníamos previsto, así que improvisamos y nos hicimos los valientes yendo a pie hasta el Parque de Menara. Unos 40 minutos andando desde la Plaza Jamaa el Fna bajo el querido Lorenzo, que como sabéis, pegaba bien ese día y la calle se nos hizo interminable, dudamos sobre si fue buena idea ir andando... Estábamos tan cansados que nos tomamos un merecidísimo zumo de naranja fresquito y nos sentamos frente al lago/charca a descansar y ver a los niños jugar.



Volvimos en taxi a la Plaza Jamaa El Fna y disfrutamos tras tanto ajetreo de un precioso atardecer desde la terraza del Hotel Restaurante Café de France acompañados por unos refrescos.




Y para redondear el día, cenamos pescadito en uno de los puestos de la Plaza Jamaa El Fna como la noche anterior, rodeados de gente y un mix de olores a comida recién hecha, ya casi sintiéndonos como en casa. 


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